Por Pamela Naranjo
Y cuando desperté, el dinosaurio seguía ahí, no le estuve
prestando mucha atención desde estos 2
días que ha pasado sin decir ni hacer
nada en mi habitación. Se acerco a mi, no se porque, pero presentía algo
malo, no podía quedarme ahí sin decir nada, sin actuar, me iba a hacer daño, y
lo sabia. Así que simplemente dije: “¡Hazme daño! Si quieres destrózame, como
todos lo hacen, todos me tratan mal sin ni si quiera pensar en como me siento.
¡Lastímame! Hazme daño…”
Me eche a llorar, era el único momento en el que pude
desahogarme de todo el daño por el que he pasado. ¡Vaya momento para decirlo!
Justo cuando estoy al frente de un
dinosaurio. Él seguía ahí, mirándome, por un momento sentí que podía
entenderme. Que imaginación tengo, un dinosaurio entendiéndome, aunque es muy
raro que no me haya herido durante este largo tiempo.
Luego de un par de segundos, el dinosaurio se sentó, así es,
se sentó, me miro con cara de pena y me dijo que le siga explicando lo que me
pasaba durante el tiempo que el ha estado ahí, quería saber cuales eran mis
sentimientos y porque me sentía así.
Desde ahí, me di cuenta que el dinosaurio no tenía malas
intenciones conmigo, era mi amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario